Necrosis..

Con el despertar de la muerte misma, se acompañan los sucesos que uno a uno, van consumiendo los sentidos para matar los sentimientos. Ésa podría ser la clave, para despojarse desde lo más insignificante, hasta para desconfigurar el propio ser. Queriendo, sin dudas, desaparecer una sensación que mutó con anterioridad de algo pleno, a algo tremendamente insoportable. El planteo a simple vista no parece complejo, pero suena doloroso. La disposición tiene que sobrepasar la determinación, porque la constante inercia del arrepentimiento nos puede empujar hasta lo más siniestro de nuestro interior. Convicción de sobra, y por supuesto, el manto de la oscuridad sobre los ojos, para no ver, para no recordar.

 El proceso comenzó y ni siquiera puedo ver el final desde la partida, los pasos se tornan pesados y desganos. Escapar de la realidad se me hace casi tan indispensable como respirar. No puedo asumir el estado de desolación porque me atrapa, me consume, me hunde. Enciendo el letargo de los sentidos para así no poder comprobar lo que me rodea, el muro de contención suele ser más fuerte en estas ocasiones. Ni los sueños escapan de todo el ruido de esta batalla, que no es justa, y que nadie jamás gana. No puedo transmitir mi situación, porque eso sería debilidad. Mi mente, mi cuerpo, mi ser, comienzan a dividirse para acapararse, para de a poco ir disolviendo la otra mitad, es una batalla desleal y despiadada. La sangre son las lágrimas, pero no se debe derramar una sola gota. La imagen de lo desconocido se apodera de todo lo que me rodea, la necesidad de una anatomía ausente, de voces mudas, de un lugar vacío ocupado por el inmenso despliegue de un recuerdo. No sé hasta dónde puedo llegar, de esto solo espero muerte y justicia por mis sentimientos, por un alma desgarrada que se consuela con el olvido. Puedo esperar y disfruto su agonía, por la cual yo pago el dolor, que se traduce en la muerte interior de mí mismo.